Apuntes | Notas

El cuerpo como soporte de la joyería


Usos, costumbres, propósitos o ganas de innovar y expresarse de manera diferente. La joyería se lleva en cualquier parte del cuerpo y si se utiliza en la cara y en las manos las trascienden en volumen y forma, no siempre anatómica.

Usar o no usar. O usarla dónde. Si la portabilidad de la joyería contemporánea hace a su esencia es un tema sobre el que se pronunciaron no pocos y que se discute con opiniones encontradas en muchos ámbitos del circuito joyero. Deconstruir el uso de piezas de joyería contemporánea es la obsesión de varios artistas o, simplemente, su forma de ver y crear. Por cualquiera de los dos motivos, consiguen innovar no solo en el hacer sino en el mostrar, al presentarlas en una puesta fuera de lo común o al sugerir portarlas en otras partes del cuerpo. En algunos casos, son el resultado de la idea de entablar una relación diferente con el cuerpo, usándolo como soporte y así convertirlo en vidriera corporal.

No son piezas que sólo se usan en partes distintas a las orejas, el cuello y las manos, pero si se llevan en ellas no son perfectamente anatómicas, sí cómodas aunque las trascienden en volumen y formas. Muchas nacen fuera de lugar, ya que son creadas especialmente para lucir en partes atípicas como la nariz, la boca, la frente o hasta en los pómulos o el pecho, entre otras.

Plantear otros conceptos, cambiar la funcionalidad, buscar otro propósito, salir de cánones o romper con estereotipos y liberar las formas es el resultado, en algunas ocasiones sin planteárselos. Ingrid Rizzieri, Joanne Tan, Ewa Nowak, Sara Sallam son algunas de las que apuntan a descontracturar aún más la joyería contemporánea, a mostrarla más allá de las convenciones.

Antes de estas propuestas contemporáneas, podría citarse como antecedente al dúo de diseñadores de moda holandés integrado Gjs Bakker y Emmy van Leersum que crearon una serie de joyas corporales que se vieron en el Stedelijk Museum de Ámsterdam, a fines de los 60. Gijs + Emmy y su por entonces colección disruptiva calificada como joyería futurista fueron adornos corporales semejantes a tubos de estufa, piezas de pvc que se llevaban en la cabeza, cuellos hombreras o cuellos torre-top inusuales.

¿Qué propuestas se ven hoy? La diseñadora, escultora y fotógrafa paulista Ingrid Rizzieri crea, para su firma Entrecubos, de manera artesanal piezas geométricas algo maximalistas, que desafían el entorno de la cara, jugando con la nariz y boca, y también se despegan más allá de las manos. Siguen una estructura lógica, son cero anatómicas, sin embargo resultan de un exhaustivo estudio que consigue el equilibrio, por ejemplo, entre los dedos sin detener el movimiento de las manos.

Esta diseñadora de joyas admite que no tiene una nariz pequeña y delicada, su puente es alto y podría ser fuente de inseguridad para muchas personas, pero no para ella que bromea: «Es una casita para joyería». Comenzó con accesorios geométricos en forma de cubos y siguió con piezas faciales. Creó una inusual, a la que llama anillo para la nariz. Recuerda que vio unas gafas sin montura, con patillas solo en los lados y pensó que dejaban al descubierto un espacio de diseño hermoso en la nariz. Por entonces, hacía piezas con resina y madera y, hace un año, se dedicó de lleno al estudio de los metales. Aunque llamativas, admite que las joyas faciales ya no son una novedad y cita a la cantante estadounidense de neo soul Erykah Badu, que las popularizó en el escenario.

Fue un desafío conseguir llevar este accesorio a la vida cotidiana. «Tenía que entender las diferentes formas de la nariz y cómo encajaría esta joya. Así que busqué libros de  anatomía, cirugía plástica y hasta de maquillaje para entender los tipos de caras, rasgos y cómo destacarlos o adornarlos. Ese estudio fue fundamental para desarrollar joyas cómodas. No pueden tener mucha textura para no dañar la piel y necesitan encajar bien en esa región central de la cara. Para utilizar el accesorio no es necesario realizar un piercing en el puente de la nariz, ya que la joya es la presión. Sin embargo, recomiendo usar pegamento para pestañas postizas, indicadas para ojos y cara, para mantener el anillo en su lugar». Su aro nasal lo hace a pedido y se adapta a cada tipo de cara. Y fue sumando. Piezas no convencionales para el cuello, para los labios, hasta que llegó a las manos con anillos no menos inusuales, que relacionan de manera armoniosa los dedos con piezas que remiten a Calder, por ser algo cinéticos. Trabaja en bronce bañado en oro o en plata.

Como bien menciona Rizzieri, la novedad no es el punto sino el interés por realizar piezas originales. Antes que ella, Joanne Tan, joyera nacida en la periferia de Kuala Lumpur, Malasia, y residente en Londres, donde recientemente se graduó del Central Saint Martins, creó en 2016 una cápsula de joyería también centrada en la nariz. Tribal, la propuesta busca combatir la idealización mediática y la obsesión moderna de la belleza. Inspirada en «la cultura asiática de la cirugía plástica», diseñó piezas poco ortodoxas: puños nasales esculpidos en 18 quilates salpicado de perlas y diamantes, que siguen líneas curvas similares a cómo un cirujano trazaría las incisiones de una cirugía de nariz. Joanne T señala que con estos extravagantes accesorios pretende que cada uno acepte sus rasgos y no los borre por considerarlos defectuosos.

Otras propuestas más fashion que artísticas sirven también como antecedente o como señal de que se pueden llevar piezas de joyería en partes de la cara o el cuerpo, sin atarse a las convenciones. Al estilo de Rizzieri, el diseñador neoyorquino Thorn Browne hizo una propuesta de monóculos y símil lentes en metal para su colección prêt-à-porter del otoño del año último. De igual modo, las cápsulas joyeras de las colecciones de diseñadores europeos dieron cuenta de esta onda: el ucraniano Jean Gritsfeldt creó clips de gran tamaño con flores de cristal para la nariz y los labios que cuelgan sobre la barbilla reinterpretando la época dorada del cine en 2015. “Intento diseñar joyas únicas, pero que aún se puedan usar en la vida cotidiana”, sostuvo Gritsfeldt. Y la israelí Galia Lahav hizo lo propio con tiaras red para la cara y megacejas, entre otras, en 2018.

Hoy, en tiempos de reconocimiento facial, dos creativas hicieron foco más allá de la cara y las manos con un propósito determinado. La diseñadora de joyas polaca Ewa Nowak inventó, el año último, una suerte de escudo protector desde Noma, el estudio de diseño que creó con el diseñador Jarek Markowicz. Desarrolló un artefacto, símil máscara, anti IA (inteligencia artificial) ya que hace indetectable la cara de su portador para los algoritmos de identificación utilizados por las cámaras de vigilancia públicas. Su proyecto llamado Incógnito fue recientemente destacado en los Dezeen Awards 2020 en la categoría Diseño portátil y se expuso en Cómo desaparecer en Goodman Gallery, Johannesburgo.

Descripto por la diseñadora como «bisutería facial», la estructura principal del accesorio en forma de máscara consiste en una pieza de latón, que fue moldeada para adaptarse a los contornos de la cara y curvada detrás de las orejas como un par de anteojos. Cuenta con tres elementos destacados: dos círculos debajo de los ojos y un elemento rectangular colocado en el entrecejo, que se relacionan para hacer que la cara del usuario resulte  irreconocible.

Mientras la máscara de Nowak se concibe para confundir los conocimientos de inteligencia artificial, este año, la neoyorquina Sara Sallam creó un tipo más actualizado de joyería anti-rastreo. Pensó en máscaras protectoras inspirada en la novela distópica 1984 de George Orwell y diseñó tres piezas de joyería que se usan en la cara, en el pecho y en el pie, con dispositivos portátiles que también buscan proteger al usuario del reconocimiento facial, la detección de latidos del corazón o el seguimiento de la marcha. «Quería crear objetos para un futuro orwelliano, donde esta vigilancia es un lugar común”. Cada pieza tiene un efecto ondulado con detalles que remiten a una perla. Y eligió este acabado como referencia a las joyas Lover’s Eye, pinturas en miniatura populares en el siglo XVIII que presentaban un ojo, a menudo rodeado de perlas.

Con perlas también trabajó Pauline Müller para su colección de joyas faciales que incentiva experiencias corporales y visuales tanto para el usuario como para los espectadores. Dice que sus piezas generan cierta y momentánea metamorfosis facial, experimentando una apariencia alterada con fuerza visceral. «Con este trabajo, espero generar una exploración lúdica pero crítica de las prácticas a menudo minuciosas de modificación corporal o facial.»

Hay piezas de joyería deliberadamente concebidas para ser diseñadas con el fin de ser reproducidas en serie por la función que pretenden cumplir. Tal son las propuestas de algunos estudiantes de la Escuela de Arte y Diseño de Lucerna que amplían la definición de joyería. El collar corpiño, en seda laminada con elásticos, para pacientes con cáncer que sufrieron la amputación de una mama hecho por la suiza Megan Kelso es otra pieza poco ortodoxa en la que incursiona tras presentar otras, como anillos protectores de dedos o adornos que se llevan en la cabeza bordeando el pabellón auricular.

Algunas propuestas de joyería-audífonos también podrían inscribirse en la categoría de piezas corporales no convencionales. Sophie Mia Willener, estudiante de la misma escuela suiza, creó piezas en bronce fundido y latón con el objetivo de diseñar audífonos “visualmente ruidosos” para hacerlos más llamativos y dotarlos de su propia autonomía formal. «Su diseño se deriva de las trompetas de oído del siglo XIX, revitalizándolas como accesorios llamativos. Usando varios complementos, el audífono se convierte en un artículo de joyería de escucha para el usuario seguro de sí mismo». En la misma línea se pueden incluir a los auriculares joyeros inalámbricos creados con metales recuperados de desechos electrónicos por la firma Planet Beyond con el fin de promover la autoexpresión.