De visita | Escuelas

¿Qué se aprende en las escuelas de joyería contemporánea?

Salimos averiguarlo y hoy virtualmente llegamos hasta La Nave, el taller-escuela de Jorge Castañón.

Cuál es y dónde queda. El taller se llama La Nave porque funciona en la calle que lleva ese nombre en el barrio de Caballito, desde hace 30 años. “Es mi pequeño lugar en el mundo” dice Castañón. Se trata de una escuela en la que participa gente que tiene ganas de comunicar a través de una joya, que quiere encontrar los mecanismos para que su discurso tome forma de joya, al decir del maestro.

Cómo es. Es un lugar pequeño, pero con cientos de herramientas prolijamente ordenadas y los suficientes bancos de joyero para que las clases sean personalizadas.

Qué se enseña. La Nave es un espacio de pensamiento y de reflexión. Y Castañón lo explica: “Todo el mundo tiene algo para decir o tiene cuestiones sobre las cuales siempre está reflexionando. Y tal vez viene acá para ver si dándole forma de joya soluciona lo que le está pasando. Por eso, en principio no hace falta saber nada, si uno sabe algo de uno mismo, alcanza y sobra. Y puede que esa sea la potencia con la que salga esa joya, más allá de la técnica. Materializar algo parecido a una joya puede ser hasta fácil pero darle ese impulso vital es único. Si cada uno encuentra su lugar y su manera de decir, ya sea en este campo o en otros, yo feliz”.

“La joyería contemporánea tiene dos vertientes principales, en líneas generales: una se orienta según los criterios del diseño y, la otra, intenta transitar por una vereda vinculada más al arte. Mi intención de trabajo está por este último camino”, dice el maestro de la propuesta de La Nave.

Modalidad de trabajo. Se trabaja con hasta cuatro personas en clases de tres horas semanales. Se aprenden y utilizan las técnicas de la joyería tradicional, combinadas con otras, las escultóricas y plásticas en general. “Todo lo que sume, material y conceptualmente, a la construcción del lenguaje necesario para crear”. Hoy se reconvirtió en un espacio virtual, en el que se llevan adelante clases a distancia con seguimiento de proyectos personalizados.

Habilidades que se aprenden. La gente que va a su taller solo ganas de trabajar, conocer y conocerse, utilizando las técnicas tradicionales y no convencionales al servicio de lo que se quiere indagar y comunicar. “La técnica es algo que inevitablemente uno necesita porque la joyería tiene una columna técnica importante. Pero cuando uno quiere elaborar o crear algo que tiene la necesidad o la obligación de comunicar no alcanza con saber la técnica. Hace falta darle ese soplo de vida. Y si puedo ayudar me siento muy satisfecho”.

Meta. La idea es que cada uno encuentre la materialidad que le sirva para hablar de lo que siente que tiene que hablar. Muchos de los que pasaron por su taller ahora tienen una identidad propia, se destacan en sus ateliers, y su trabajo se exhibe en galerías y museos del mundo; no es el objetivo de la escuela pero es la principal consecuencia.

Perfil. Las personas que se acercan son muy heterogéneas. Su saber es indistinto, algunos con ningún conocimiento de joyería, otros con muchos; en general, con saberes en un sinnúmero de disciplinas que en definitiva pasan a integrar el bagaje personal y la base para la construcción de un lenguaje propio.

Actividades. El taller a lo largo de sus décadas realizó muchas muestras colectivas, como las vistas en el Centro Cultural General San Martín, el Museo de Arquitectura, la Galería Arte y Parte y la Galería La Casa de Al Lado, entre otras.

 

 

Fotos Gentileza Santiago Cichero/AFV  para La Nación