Patricia Gallucci Taller

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¿Qué se aprende en las escuelas de joyería contemporánea?

Salimos de visita para conocer el taller de Patricia Gallucci,  recientemente relanzado en Saavedra. 

Cuál es y dónde queda. Siente que su taller, que lleva su nombre, es su lugar en el mundo. Es  donde hace sus piezas de joyería y donde también enseña, y comparte con alumnos y colegas procesos de creación diversos.

Reconoce que siempre se sintió cómoda en los talleres de arte e  industriales. “Donde sea que hayan herramientas y un pequeño espacio para crear me siento como en casa. Por suerte me casé con un ex luthier, quien comparte mi pasión por las herramientas; nuestra casa está siempre llena de herramientas, piezas de joyería y arte”.

Está en un PH ubicado en el barrio de Saavedra, en el límite entre Núñez y Vicente López. La cuarentena la agarró en plena reforma, así que mudó provisoriamente su taller a Caseros donde comenzó la etapa de las clases online. Pero ahora ya está de vuelta, con el espacio acondicionado para las clases presenciales cuidadas para un grupo reducido.

Cómo es. El taller tiene dos espacios: el principal, de joyería, y un anexo. El de joyería cuenta con 6 bancos de trabajo y una mesa de soldado con una gran campana, para poder hacer todo tipo de fundiciones, trabajar con ceras y experimentar con materiales de manera más segura. Cuenta con herramientas para que los alumnos puedan crear sin necesidad de trasladarse con las suyas, muchas cajas llenas de materiales y una buena cantidad de libros y catálogos. Se suma un taller anexo al que llama “el taller sucio, no porque sea una mugre, sino porque es donde están la pulidora, la lijadora, el taladro, la caladora de banco y otras herramientas grandes”.

Allí trabaja con cerámica, porcelana, resinas, maderas y cualquier material que se le cruce en el camino. “Incentivo a mis alumnos para que sean curiosos, investiguen, experimenten con todo tipo de materiales. Muchas veces trabajan con químicos  o se necesita un espacio donde poder hacer más polvo de lo normal, por eso el apodo de sucio”. Agrega que, además, a veces en verano, salen a hacer ejercicios creativos en la terraza, llena de cactus y plantas.

Qué se enseña. Las clases regulares son muy abiertas, “es un toma y daca entre alumno y profesor”. Las intensivas tratan sobre técnicas específicas, bien pautadas, en su mayoría dictadas por Patricia, quien además de estudiar joyería es diseñadora industrial y desde chica que hizo cursos de perfeccionamiento de todo tipo. Cada tanto suma con clases magistrales de colegas que se especializan en otras técnicas, “es algo que todos disfrutamos mucho y que definitivamente suma”. Desde hace un par de años tiene algunos alumnos a distancia, que toman clases para despejar dudas o para asesorarse.

Seguimiento online

Por la pandemia empezó a dar clases de seguimiento y talleres intensivos online, como Modelado de ceras por goteo, Modelado de ceras semiblandas, Tallado de ceras duras, Fundición de orgánicos, Fundición en tierras delft, Ganchos, Remaches, Moldes de caucho y silicona, Reconstituido y Básicos de metales, entre otros intensivos. Está terminando de dar el segundo nivel de Cierres.

Y para abril-mayo prevé repetir Resina expoxi por colada. Para mayo y junio anuncia el Taller de Exploración con Textil, Telar Circular y Upcycling a cargo de Sabina Tiemroth.

“Las clases regulares son muy abiertas, es un toma y daca entre alumno y profesor… Los incentivo para que sean curiosos, investiguen, experimenten con todo tipo de materiales”, dice la diseñadora y joyera Patricia Gallucci.

Modalidad de trabajo. El curso anual es libre, cada alumno aprende a su ritmo y con los conocimientos e inquietudes propias, de acuerdo con sus motivaciones y necesidades. “Los guío y empujo a romper sus propios moldes, a que se atrevan a equivocarse, a jugar y a disfrutar del proceso, más allá del resultado… así es como realmente se aprende. Las técnicas siempre son un medio que nos permite hacer y expresarnos, no se aprenden sino que se adquieren con mucha práctica y paciencia, por eso es fundamental que en ese camino haya disfrute y una elección propia de los materiales o procesos con los que cada uno decide trabajar. También hay quienes vienen a aprender un oficio, como salida laboral o para generar un emprendimiento propio: a ellos intento transmitirles mi propia experiencia como diseñadora, los enfoco dentro del desarrollo de colecciones y los oriento en costos (una gran enseñanza que me dejo el secundario orientado en administración), sin dejar de lado la experimentación y el disfrute.

Otros vienen a explorar su veta más artística, entonces los procesos son tan diversos como las personas: con ellos conversamos mucho, indagamos en qué hacer y por qué, en quiénes son y cómo las piezas son un reflejo de ellos mismos, de sus intereses y hasta sus lugares más oscuros”. Para todos, abundan los ejercicios creativos, las maquetas y materiales “raros”. Y cada uno encuentra su propia manera de hacer. Nos sorprendemos siempre de los resultados. “Las clases de seguimiento virtuales dieron lugar a esta manera de abordar la joyería, más desde el pensamiento y el corazón”.

Búsqueda para experimentar

Habilidades que se aprenden. Se aprenden procesos creativos y de joyería tradicional y contemporánea. Se trabaja con materiales metálicos y no metálicos, y se busca crear y emplear técnicas experimentales, muy propias de cada uno. También, “se aprenden a trabajar desde lo placentero y no desde la exigencia; a equivocarse sin castigarse, a frustrarse sin abandonar. El que no se equivoca es porque no hace”. Además del trabajo de taller, la joyera dice que se aprende a observar una joya más allá del gusto personal; hasta se aprende a comprar herramientas, tratar con proveedores y personas que brindan servicios de fundición, fotografía, etc. Es decir, a trabajar en colaboración con otros

Meta. Su objetivo más importante es que los estudiantes se puedan conectar con lo que les pasa desde la materialidad, desde el hacer con las manos. La intención es que cada uno transite un camino muy personal, no hay una única meta, pero apunta a que todo aquello que se haga se adecue a lo que quiere comunicar y expresar en la búsqueda de un lenguaje y estética propia.

Perfil. Vienen personas curiosas, con ganas de aprender algo nuevo, relajarse, pasarla bien y compartir. A veces vienen cansados después de un largo día y con una sonrisa de oreja a oreja me dicen que esperan ese momento para compartir con sus compañeros. En la virtualidad, eso ya no se puede, pero se siente el cariño, respeto hacia lo que hace o dice el otro, por más diferentes que sean; incluso admiración. En estos momentos es muy importante el compañerismo que se refleja en las clases o chats, con palabras de aliento y agradecimiento.

Actividades. Al terminar de cada año lectivo se organiza un encuentro entre todos los grupos, en el que se comparte lo que hacen los alumnos, se charla sobre las piezas, pero más que nada sobre los procesos y aprendizajes. “En el 2020 el encuentro fue virtual, y también se sumaron alumnos desde distintas partes de Latinoamérica hasta de España. Año a año, a todos les agradezco y repito que la que más aprende soy yo”.


Taller Abierto de La Joyería de Palermo

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Taller Abierto de La Joyería de Palermo


Uno de los pocos espacios joyeros que se sostiene desde hace 18 años como muestra del poder creativo local.

Es una dupla creativa que se mantiene hace casi dos décadas. Paula Levy y Viviana Carriquiry son las que sostienen La Joyería de Palermo, un local comercial donde también tienen instalado el taller que comparten y definen como su “espacio de inspiración”, donde aseguran que es posible abstraerse para crear­, pensar, experimentar y jugar. Está a la vista del público, es pequeño, con las herramientas básicas que intercambian para hacer cada una sus piezas de joyería. Un atelier con una estética setentista, en tonos cálidos y depurados en Costa Rica 4693 casi esquina Armenia. Un espacio en común de joyería contemporánea que arrancó en la antigua galería de la calle Florida donde  funcionaba Diseñadores del Bajo y luego se trasladaron a Palermo Viejo Nicaragua entre Armenia y Malabia.

No es su único lugar de creación. A su vez cada una, en su casa, tiene armado taller en los que completan su proceso creativo con terminaciones de algunas piezas.

Su  taller público tiene su “amado” banco de joyero, con martillos, muchas pinzas, limas, mandriles de anillos, pulseras, elementos para trabajar cera. Cuentan también con varias cajoneras donde guardan muy bien clasificados los elementos que usan. “Como el espacio es chico nos obliga a ser más ordenadas”, ríen. Cuentan con tornos, sopletes, y en uno de sus  talleres particulares hay un horno para esmaltar metal, entre innumerables herramientas de las que disponen.

“Pusimos en marcha este proyecto hace ya 18 años. En este tiempo en que trabajamos juntas, siempre hicimos las piezas de joyería a la vista de todos y atendimos el local al mismo tiempo. Lo cual genera un feedback muy interesante con nuestros clientes, que les gusta ver cómo hacemos las piezas, chusmear las herramientas y se sorprenden de ver que somos nosotras mismas quienes hacemos todo y cada una de las colecciones que ofrecemos”.

Procesos creativos independientes

“Nos damos mucha libertad para crear”. Cada una lleva adelante su propio proceso creativo. En general, cada una desarrolla sus colecciones y luego intercambian ideas que mejoran los resultados. “Se trata de joyería que tiene que ver con ideas, sentimientos, emociones que cada una experimenta y plasma en pequeñas colecciones y piezas únicas en diferentes materiales y técnicas”.

Con musas varias reconocen que muchas veces se inspiran en elementos de la naturaleza, pero también las puede las formas muy puras. Y admiten que les gusta que las piezas tengan movimiento. “Pensamos nuestra joyería como pequeñas obras de arte para llevar puestas y usarlas.  Las piezas tienen valor por lo que son y transmiten, no por el costo de los materiales con los que están realizadas. Por eso, lo que hacemos se llama joyería contemporánea. Cada uno de estos objetos de uso pertenece a un conjunto más grande al que llamamos líneas o colecciones. Si una idea nos gusta y nos parece fuerte la desarrollamos de la manera más completa posible, que suele incluir aros, collar, anillo, pulseras y más”.

Fans del metal, trabajan con plata, oro, cobre, alpaca y bronce. Muchas veces parten de la chapa o de hilos de metal y otras optan por trabajar en cera y luego la trasformar en metal con un proceso de a la cera perdida.

Estética que comunica

Viviana aporta a muchas de las piezas engarce de piedras o cristales, remachas de piedras y algunas de ellas con movimiento. Da forma a los metales en líneas martilladas y combina plata, cobre y alpaca con, por ejemplo, siliconas o perlas, piedras ámbares o cuarzos en líneas más orgánicas u otras geométricas, más simples y definidas, depuradas.

Paula agrega piezas con telas estampadas y metal, chapa calada y esmalte sobre metales, también reciclando bellos objetos de plástico. Trabaja con el volumen, la partición y articulación de piezas, mostrando su exterior e interior. “Lo que la joyería contemporánea ofrece va más allá del material sino que su valor está en la estética que comunica una idea”, señala.

Les interesa ofrecer variedad de piezas y precios, mucha joya única y otras series con una bajada del concepto más accesible comercialmente. Hoy, en pleno desarrollo de varias colecciones nuevas, cuentan que están reciclando piezas plásticas de gran valor visual, otras inspiradas en animales y plantas. Y también una línea súper pura. De líneas y más líneas. “Este en un hermoso momento donde todo es posible y lo mejor está por venir…”


Estudio Joya

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¿Qué se aprende en las escuelas de joyería contemporánea?

Salimos averiguarlo y hoy virtualmente llegamos hasta Estudio Joya, la escuela de Tali Wasserman.

Cuál es y dónde queda. Estudio Joya está en Saavedra con vista a un espacio abierto con plantas, huerta y el cielo de fondo. Un lugar luminoso y cálido, con ambiente climatizado.

“Su nombre simplemente fue elegido porque es fácil de recordar y habla de su propósito. Se trata de una escuela presencial/virtual que  a partir de la pandemia expandió su red de alumnxs al mundo. Tenemos alumnxs locales presenciales y también virtuales de México, España, Venezuela, Colombia, Chile, Uruguay, Francia, Italia y hasta de Estados Unidos”.

Cómo es. Cuenta con bancos equipados con soplete y torno para cada estudiante, y tiene todas las herramientas necesarias.

Qué se enseña. Tiene diferentes propuestas: cursos de uno, dos, tres, cuatro y doce encuentros. Workshops, intensivos personalizados y clases regulares de Joyería y Cincelado. Ofrece workshops de Fotografía de joyas con smartphones, Electroformado, Pátinas, Grabado menos tóxico, Resina aplicada a la joyería, Cálculo de costos, Casting/baño de orgánicos, Dibujo aplicado a la joyería, Cestería, Morfología, Modelado digital 3D,Tallado en ceras duras, Modelado en ceras blandas, Terminaciones y acabados, Engarces en cera, Engarce invisible en cera y siempre vamos generando nuevas propuestas.

“La propuesta de la escuela es modalidad libre, una clase al mes es guiada para que los estudiantes no se repitan y salgan de su zona de confort”, dice Tali Wasserman de su Estudio Joya.

Modalidad de trabajo. En las clases regulares, hay encuentros de dos horas, ya sea modo online o presencial. Para las clases virtuales, cada docente cuenta con dos cámaras, una enfocada en sus manos para poder mostrar con detalle las distintas técnicas y la otra para poder tener un intercambio fluido con lxs estudiantes. La propuesta de la escuela es de modalidad libre, una clase al mes es guiada para que los estudiantes no se repitan y salgan de su zona de confort.

Habilidades que se aprenden. Integra técnicas clásicas con contemporáneas. Cada estudiante puede armar su propio recorrido y hay un acompañamiento de las soluciones técnicas, diseño, costos y de la mirada artística para una búsqueda de identidad de cada unx.

Meta. Acompañar a cada unx a encontrar un camino propio. Brindar técnicas y diversas herramientas para que lxs alumnxs puedan desarrollar su propio emprendimiento.

Perfil. La mayoría de sus alumnxs ya cuentan con marca propia o la van desarrollando con la colaboración y guía de los docentes. Y otro grupo de alumnxs tienen el objetivo de plasmar piezas y series con acento en lo artístico/conceptual con la idea de participar en muestras y concursos  a nivel nacional e internacional.

Actividades. Cada dos años realizamos una muestra colectiva con un disparador conceptual en común, como Refugiados, 2018, en el Centro Cultural De La Ciencia; Latinoamérica, 2016, en el Centro Cultural Dr. Ricardo Rojas; Piel, 2014 en el Galería Arte y Parte, y La calesita, 2011, en la Galería Arte y Parte.


Taller Abierto de Siete de Autor

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Taller Abierto de Siete de Autor


Un colectivo de joyeros que comparten un taller y tienda en Casa San José, un antiguo convento de Villa Crespo.

Siete de Autor es colectivo joyero con una tienda-taller, un punto de encuentro en el que prima el espíritu de equipo. Decidieron unir fuerzas para facilitar el desarrollo de sus ideas y proyectos y conformaron un coworking único. Comparten un mismo espacio de trabajo, tanto físico como virtual, trabajan juntos pero desarrollan sus propuestas de manera independiente. Los Siete son seis: Fátima Agostinucci, Bibiana Doldán, Santiago Repetto, Miriam Giménez, Carina Altman y Marina Narbaitz, quienes se conocieron en la escuela de joyería contemporánea de María Medici. Su impronta metalera los une: el uso del metal fundido a la cera perdida o el metal directo, aunque se diferencian con los resultados: joyas personales que revelan la historia de cada uno.

En la primavera de 2018 se instalaron en uno de los locales que da al patio interno del ex convento de la Congregación de Religiosas de San José -contiguo al colegio San José de la Palabra de Dios-, que fuera donado por la familia Malcom, fundadora de Villa Crespo. Es un edificio neoclásico de 1945 que mantiene su fachada, techos de bovedilla de ladrillo con vigas y aberturas de madera original, solo con un recambio de las instalaciones para un mejor confort y seguridad, pero que conserva la arquitectura antigua de doble altura en la que funciona la tienda, en planta baja, y el taller, en el entrepiso, a los se accede por la recepción del hotel boutique que funciona en el primer piso. Casa San José es un espacio con historia que los Siete conocen, ponen en valor y transmiten.

Hacen suyo el lema mosquetero de uno para todos y todos para uno porque siguen modelo de trabajo colaborativo. “Varias de las maquinarias y herramientas de mi papá que era relojero las traje a Siete para usarlas entre todos: una pulidora, laminadoras, y también un arco para sierra y pinzas bruselas que utilizo y comparto”, cuenta Bibiana Doldán, abogada de profesión que reconoce su relación con el oficio desde chica, más aún cuando decidió incursionar en la historia del arte y pintura, y posteriormente estudiar joyería contemporánea. “El trabajo en el banco de joyero es solitario pero para nosotros no porque nos sentimos muy acompañados y nos complementamos muy bien. Nos organizamos para estar siempre presentes en el taller, tenemos turnos para atender al público, al que le contamos y mostramos nuestro proceso creativo”, añade. Siete de Autor hoy está abierto jueves y viernes, de 16 a 19, y sábados, de 11 a 19, en Gurruchaga 1060. La propuesta de Doldán ahora es más geométrica, en alpaca, hilo de acero y piedras de acrílico y, además, trabaja en un proyecto de piezas únicas como petos en un mix de materiales inusuales, cartón y metal.

“Estar en el taller tiene la ventaja de tener el proceso de creación de principio a fin en las manos, empezás y terminás; hacés, consultás y corregís. Es un espacio que aprovecho mucho y me encanta crear a la par de mis compañeras. Trabajamos de alguna manera en grupo sin querer o queriendo, al mostrarnos o poner nuestro trabajo uno al lado del otro; eso también nos permite distinguir nuestro propio lenguaje y profundizar en nuestra búsqueda sin pisarnos. Nos completamos. Siete de Autor es un espacio para el desarrollo individual pero que funciona en grupo”, dice Santiago Repetto.

Todo lo decidimos de a siete aunque trabajamos de manera personal. Cada uno tiene su puesto de trabajo sin límites rígidos pero respetados, tenemos nuestras normas de uso de la maquinaria compartida, contamos con una mesa grande libre para el armado, otra para el soldado y una para el martillado, y cada uno tiene su estantería con sus materiales y herramientas que intercambiamos si es necesario. Abajo, contamos con un lugar de exposición grupal y personal”, comenta Fátima Agostinucci. Y en este espacio artístico, sostiene que lo mejor que le da la joyería es que se fue conociendo a partir de la experimentación. En ese sentido, suma con piezas creadas a partir de un collage de materiales orgánicos y textiles que moldea a la cera y funde en bronce y plata o crea en chapas o alambre de bronce o plata directamente, en tanto incursiona en el engarce.

Lo de Carina Altman también pasa por la experimentación con el metal, en particular, el bronce y la plata, esta última, su favorita, una cuestión derivada de la escuela que las moldeó, dice, en la que también aprendió a empezar a soltar la obsesión por los acabados perfectos. En ese proceso, sus compañeros de Siete la “acompañan e impulsan y se da una sinergia muy fuerte. Es un placer trabajar en compañía. Nos conocemos, sabemos cuál es el fuerte de cada uno y la expresión de cada uno de los puntos de vista suma, facilita la fluidez del trabajo”, destaca, al tiempo que menciona que está metiéndose con otros metales, como la alpaca y cobre, y hoy ya juega con su combinación.

Miriam Giménez también da su opinión sobre este emprendimiento grupal. “El espacio de taller es enriquecedor y nos impulsa a avanzar. En lo personal, lo grupal fue definitorio. Y en la tienda nuestro trabajo se potencia. Montamos una presentación algo escenográfica, una puesta en común de lo más representativo de cada uno en una gran mesa central y además cada uno tiene una mesa o caja individual con lo último de su trabajo”, comenta quien aporta con sus piezas en bronce, alpaca y algo de plata de líneas orgánicas algunas y más estructuradas otras.

Coincide Marina Narbaitz al indicar que crecer con la mirada del otro ya es una costumbre para ellos y es fundamental. También hace lo suya la técnica de la cera perdida a partir de textiles con fundición en bronce o metal directo, suma con su incursión en pátinas y ácidos, muchos coincidentes con los que maneja como patóloga, profesión que la define junto con la joyería. “Desde que hago joyería miro todo con otros ojos, de algo que está tirado en un cajón a gestos o elementos con que me encuentro a diario en el hospital”.

Además de las piezas de autor, se advierte cierta bajada comercial en las series de joyas de cada uno de los autores, con la idea de animar a usar piezas no convencionales. Y Santiago Repetto lo cuenta: “Usar joyería es cuestión de actitud y nosotros promovemos que se porte la joyería contemporánea, que se lleven piezas de autor que siempre tienen un significado especial. No hacemos joyería que se mira y no se toca ni inaccesible sino que pretendemos que sean piezas de uso cotidiano. Queremos que quien se las lleve sepa que hay un autor atrás, que puso su tiempo para hacerla especialmente con sus manos. Que sepa que Siete de Autor es un trabajo colaborativo enriquecedor porque nos consultamos e intercambiamos opiniones en el hacer. Por eso estamos presentes para ofrecerlas, mostrarlas, contar de su proceso creativo y asesorar en su uso. Es que somos muy militantes del métier joyero”. Y él ofrece piezas hechas con una mirada proyectual, algo brutalista, busca volver a piezas más escultóricas y lo tienta el no metal, por eso trabaja en filamentos derivados del maíz y algo de PET para joyas simbióticas en alpaca, bronce y bioplásticos.

Piezas hechas entre todos, esa que puede pasar de mano en mano de los seis; participar de la Bienal; continuar con las experiencias de maridaje (vinos y joyería, perfumes y joyería, entre otras), y seguir recibiendo tours son algunos de las inquietudes que los unen y proyectan.


Taller Eloi

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¿Qué se aprende en las escuelas de joyería contemporánea?

Presentamos el nuevo espacio de Taller Eloi, la escuela de Jimena Ríos. 

Cuál es y dónde queda. Taller Eloi tiene su nombre en honor San Eloi, patrono de joyeros y orfebres. Está en Florida, partido de Vicente López, muy cerca de Capital, con muy buen acceso, líneas de colectivos y tren para poder llegar, espacio para estacionar y bicicletero en la vereda.

Cómo es. Se mudó hace 5 meses a un espacio muy cómodo, una casa antigua reformada especialmente. Cuenta con un aula que tiene diez bancos de joyero, un lugar para las clases teóricas, vitrinas para exposiciones y otro espacio donde se puede fundir, laminar y hacer uso de la maquinaria más pesada. El nuevo taller permite enseñar todos los procesos que van desde el material en bruto a la joya acabada.

Qué se enseña. Desde el año último tiene un programa de Escuela: una formación integral de dos años y medio con una cursada de tres veces por semana y distintas materias. “El objetivo principal es enseñar el oficio de la joyería, porque esa es nuestra herramienta de comunicación. Ese es el punto de partida, la joyería es el medio y cuanto más afianzada esté la técnica más fluido va a ser el lenguje. No nos interesa el virtuosismo técnico, creemos que cuanto mejor sea el manejo de las herramientas menos se ve y más clara resulta la idea, que está más allá de la forma. Tener esta prioridad también da a los alumnos una formación más completa, que les permite poder realizar piezas comerciales con calidad, y hacer de la joyería una profesion rentable. Al mismo tiempo que los alumnos desarrollan sus habilidades técnicas les damos ejercicios creativos para que encuentren su propio lenguaje, la creatividad se ejercita tanto como la técnica. Todos los meses intentamos tener al menos un taller que sume conocimientos especificos y siempre buscamos a los referentes de cada técnica: Laura Licandro en Enfilado; Dal Drajnudel en Resina; Gastón Rois en Electroformado, y Rodrigo Acosta en talleres conceptuales con enfoque textil, entre otros. Desde hace 7 años una vez por mes ofrece clases de Historia de la joyería, a cargo de Isabel Iriarte. Cada año, excepto este que pasó por obvias razones, intentamos traer a algún referente mundial de la joyería contemporánea”.

Taller Eloi tiene una alianza con diferentes escuelas de otros lugares para que los alumnos puedan acceder a intercambios. Las clases de proyectos se comparten con Cranbrook Academy of Art de Detroit y junto con su directora Iris Eichenberg coordinan actividades.

Para quienes busquen algo más espaciado, brindan cursos semanales. Y para alumnos del interior o del extranjero que vienen a Buenos Aires por poco tiempo, hay cursos intensivos que se arman según las necesidades del interesado con los profesores del taller de acuerdo a lo que cada alumno busca.

“El objetivo principal es enseñar el oficio de la joyería, porque esa es nuestra herramienta de comunicación. Ese es el punto de partida, la joyería es el medio y cuanto más afianzada esté la técnica más fluido va a ser el lenguaje. No nos interesa el virtuosismo técnico, creemos que cuanto mejor sea el manejo de las herramientas menos se ve y más clara resulta la idea, que está más allá de la forma”.

Modalidad de trabajo. “Como a todos, la pandemia, nos cambió los planes. En nuestro caso después de un mes de crisis y de suspender exposiciones, workshops internacionales y otros proyectos, pudimos ver la oportunidad que nos permitía la virtualidad. Creemos que la técnica tiene que aprenderse de manera presencial porque nuestra manera de enseñar va mas allá del hobby y necesitamos ver la postura física del alumno, el manejo de las herramientas, el sonido del trabajo y además para alguien que quiera dedicarse a esto en serio es imprescindible tener todas las herramientas necesarias y eso es imposible de afrontar económicamente cuando se empieza en la actividad; además, es importante primero ver si de verdad les interesa.

Por primera vez, pudimos dedicar tiempo a clases teóricas sobre joyería contemporánea, sobre historia de la joyería. Y pudimos tener clases con invitados especiales como Tomás Abraham,  que dio dos charlas de filosofía para nuestros alumnos, algo fundamental para que un artista pueda desarrollar el pensamiento crítico; la escritora Inés Garland dio varias clases de escritura creativa; tuvimos clases con Ana Basarte, referente de la literatura medieval, que resultó muy inspirador; una charla con el sociólogo Martin Aiello sobre Historia Argentina; Dibujo con Francine Schloeth, y seminarios teóricos con Iris Eichenberg y Lori Talcott. Todo esto fue muy enriquecedor porque alimenta nuestro campo de referencias”.

Habilidades que se aprenden. Se aprende el oficio de la joyería con todo lo que eso significa y también todo aquello que afianza la propia mirada.

Meta. “Que todos los que formen parte del taller logren tener su propia identidad, que los alumnos no se parezcan entre ellos ni sigan las tendencias sino que sientan la libertad y legitimidad de usar su propio bagaje cultural para poder usar este medio como lenguaje.

Y, sobre todo, que quienes hayan pasado por Taller Eloi tengan autonomía y herramientas para poder moverse en este mundo de la joyería contemporánea”.

Perfil. Ha ido variando según los años. Cada vez más, concurren personas cuyo interés va más alla del hobby. Las edades son diferentes y las formaciones previas también, pero casi todos los que se acercan continúan su formación en busca de afianzar su lenguaje propio y formarse de una manera más completa.

Actividades. Desde hace unos años forman un colectivo junto con alumnas que se formaron en el taller para organizar exposiciones como la que se hicieron en el Museo de Arte Popular José Hernández, hace dos años, que reunió por primera vez a los principales referentes de la joyería trabajando en exvotos; este mismo grupo fue beneficiado con una beca para el proyecto Amuletos, que se llevará a cabo a mitad de este año. Taller Eloi cuenta con una tienda online. Y, además, cada año intentan participar con el colectivo de los eventos importantes de joyería que pasan en el mundo, y esperan que este no sea la excepción.

Fotos Gentileza Carolina Colmenero Küche


Taller Abierto de Rafael Álvarez

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Taller Abierto de Rafael Álvarez


Floresta y La Boca están unidas por “el camino de la joyería, que me resulta apasionante por mi inagotable búsqueda”.

“Cuando estoy en el taller recupero el equilibrio, a pesar de que en el hacer la lucha con los materiales y las técnicas requiere de mucho esfuerzo y constancia. No obstante, el trabajo me calma, ordena y soy feliz el día que resuelvo algo o encuentro una solución que hasta entonces no imaginaba”, dice Rafael Álvarez Meinvielle, vinculado a la joyería desde hace 29 años, entre su etapa de estudio y de trabajo en sus talleres. Pero bien puede considerarse su relación con la joyería de tiempo atrás, ya que su madre se dedicaba a hacer objetos y piezas de joyería.

Empezó con el estudio de metales y técnicas de joyería clásica, que reconoce le aportaron mucho en el desarrollo de su trabajo. “Puedo investigar tanto en metales, como en otros materiales gracias a esa formación. Disfruto del aprendizaje constante, la experimentación y, sobre todo, del proceso».

Su espacio creativo se multiplica en tres: su taller principal que está en la terraza en su casa en Floresta y cuenta con un salón donde originalmente estuvo su taller de pintura y dibujo -otras de sus actividades- que fue cambiando ante la expansión su actividad joyera. Sus otros dos talleres se ubican en un atelier en La Boca, donde comparte sus trabajos de pintura y joyería contemporánea con el de modelado en cera, papel y plásticos que utiliza para electroformar en bateas de gran tamaño preparadas especialmente.

El taller de Floresta cuenta con bancos de trabajo, donde da clases a alumnos de joyería y seminarios de electroformado, su especialidad. También tiene una zona para soldaduras con   soldadores de gas y oxígeno, más un espacio de corte, con cizalla y una amoladora de banco; en otra parte, hace la limpieza de piezas con decapantes en frío o a temperatura. Se suma un banco para estirado de alambre, un compresor que tiene usos varios, entre otros, para un soldador potente a base de aire comprimido. Asimismo, en ese espacio están las bateas para electroformado, más todos los materiales de uso y piezas a terminar.

Dice que una parte importante de su tiempo la invierte en la conformación del taller y adecuación de  herramientas. También, que le gusta “pensar el taller”, cómo organizar cada área, cada uno de sus espacios. “Hace pocos años incorporé una lijadora de banda para madera y una sierra circular de corte, y pensé muy bien dónde ubicarlas para aprovecharlas al máximo; cuento, además, con un tambor de pulido y limpieza por ultrasonido, herramientas que se convierten en objetos interesantes, en juguetes para inventar”.

Comenta que para su proceso de creación necesita un tema, una idea para empezar a trabajar, un disparador, ya que no puede solo hacerlo manipulando técnicas o materiales. “Con el tema definido, me guío para desarrollar el material y las piezas. Esta es la parte más compleja y apasionante, cómo hago para que lo que digo conceptualmente se sienta en los objetos creados. Necesito hacer piezas, muchas piezas, y así encontrar el o los caminos del proceso. En general, son varios recorridos, que tal vez se unan en un instante futuro… El proceso es de prueba y error, de descubrimiento y experimentación constante”.

“Es una búsqueda que se justifica en lo que siento. Me entusiasma mucho el proceso, la creación de técnicas y de prototipos; tengo el taller lleno de piezas prototipo. Las terminaciones son más tediosas y me llevan más tiempo resolverlas. Cada nueva solución o descubrimiento en el camino me pone feliz”.

Trabaja en plata, oro, piedras -“de las que soy coleccionista”-, acrílico, mica, caucho siliconado, madera y ahora investiga en cobre depositado por electricidad, además de baños de plata y oro. En 2012 arrancó la experimentación en el uso de materiales no metálicos. “En ese momento desarrollé Kosmos, una propuesta en caucho siliconado, que resultó una serie de joyería, dibujo, pintura y hasta fotografía; un trabajo iniciado en el concepto del espacio, que aún hoy continuo. Con la idea de metalizar el caucho de Kosmos, comencé con la investigación en electroformación, que me llevó a la enseñanza especializada a través de seminarios y a la creación de piezas únicas y en series”.

Además sigue con el trabajo con caucho por inmersión o pincelado, y genera formas en plástico con calor o en cera sobre moldes de caucho o yeso. “Electroformo todo tipo de materiales. Encontré en esta técnica un camino para la realización de formas, adecuadas a la creación y marcadas por una idea”. También sueldo y aplico todas las técnicas clásicas de la joyería”.

Hace “joyería de garaje” y la llama así porque todas las estructuras y maquinarias para electroformar tienen un componente casero, que puede armarse con materiales conseguidos en bazares, por ejemplo. “Disfruto mucho de esta posibilidad, solo las soluciones específicas las consigo en proveedores especializados, pero la mayoría de los equipos los voy creando según mi necesidad”.

Desde hace tres años trabaja en la colección Idem, que trata sobre sus herramientas y la su identidad, “fundamentalmente, trabajo en la idea de por qué llegué a ellas y para arreglar qué cosa. Este es mi proyecto más importante en este momento”.

Forma parte del grupo Caracú, que surgió del seminario De lo plástico a lo visual, tutorado por el joyero Jorge Manilla, entre 2018 y el 2020, que nos permitió presentarnos en la Semana de la Joyería de Atenas; por otra parte, en diciembre último participó en la Semana de la Joyería de Brasil. “El camino en la joyería me resulta apasionante por la inagotable búsqueda que desarrollo”.


Taller Abierto de Vicky Biagiola

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Taller Abierto de Vicky Biagiola


En La Paternal, está su refugio, donde crea “arte o poesía portable” que habla de lo femenino, la sororidad, la sensualidad, el abrazo, el amor, el juego y lo social.

Dice que su taller es el lugar que habita. Pasa gran parte del día allí, es su refugio y se encuentra  en La Paternal, a dos cuadras de la cancha de Argentino Juniors. Está en un barrio con veredas anchas y algunos árboles, que le recuerdan a su infancia en Lanús. Su taller está en la entrada de su casa, mirando al jardín y lo diseñó un amigo arquitecto. Es una construcción de metal y vidrio repartido de color. Vistoso, impactante. “Quería tener la sensación de estar adentro de un caleidoscopio. Los vidrios los fui poniendo yo de a poco, primero cortaba los que encontraba o me regalaban, después amigos comenzaron a donarme vidrios que tenían guardados, una artesana me hizo otros, y al final fui a ver a un vidriero con el que trabajé durante mucho tiempo cuando hacía caleidoscopios y le compré tesoros de colores que tenía en la vidriera para poder terminarlo. Necesité ir haciéndolo de a poco para imaginarme trabajando aquí, hasta que me sentí preparada para mudarme desde Palermo”, relata del lugar en que está instalada desde hace tres años, a donde se trasladó desde el taller que ahora es la sede de La Ronda, el colectivo joyero del que forma parte.

Señala que no tiene muchas herramientas, pero destaca un yunque, un martillo, un soldador y algunas pinzas. Su banco de joyero y varios muebles en los que dispone, piezas y materiales. Trabaja mucho con cobre. Disfruta de recortarlo como si fuera un papel, luego lo golpea para endurecerlo, soldarlo, volver a golpearlo, patinarlo y dibujarlo. Admite que le gusta estar cerquita de la pieza, tocarla, modificarla, darle forma, construir con la chapa de metal y combinar con otras modeladas en cera y fundidas, hasta que siente que está lista. “Que ya pueden seguir su camino, cuando se transformaron en piezas sensibles… Me encanta que tengan algo que se mueva”, explica, al referirse a una de sus series a la que llama juguetojoyas. También las denomina poesía portable o arte portable. Va encontrándoles nombres que las van definiendo a partir de lo que la gente le va diciendo. “Es una especie de construcción poética colectiva de los nombres y los sentidos. Las joyas son una expresión de diferentes momentos de mi vida”.

Y cuenta qué significado tiene esta disciplina. “Hace años elijo esta manera de decir lo que me va pasando con las joyas. Es una manera de pensar en imágenes con el lenguaje de las joyas”. Tiene series en las que expresa lo femenino, la sororidad, la sensualidad, el abrazo y el amor. Series lúdicas con las que juega, anima y se divierte mientras las hace. Otra, son las sociales, con gente y manifestaciones; están también las de denuncia con fotos  sobre metal y acrílico o tela. Son piezas en las que habla de gente que duerme en la calle o de la violencia policial. Algunos son collares o pulseras o balangandán o broches de conjuro.

En los últimos años comenzó a trabajar en cuero y madera, siempre expresando emociones. Son las piezas que presentó con el grupo Caracú, mentoreado con Jorge Manilla. Se trata de joyas más conceptuales. Comenzó con “anillos de la ira, guantes de la resistencia y, lo último, eslabones para un cuerpo social”, que hace unas semanas se exhibieron en forma virtual en Athens Jewelry Week.

Asegura que convive con todos los materiales, con todas esas formas de decir, modelados, construcciones, fotos, metales, madera, cuero. Su mesa de trabajo está llena de procesos, ideas inconclusas, papeles con dibujos, objetos ópticos y lúdicos. “Saldrán de aquí nuevas piezas para las muestras que esperamos poder hacer con diferentes grupos en los que participo como Fwiya, La Nave y Caracú”.


Taller de Gabriela Horvat

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¿Qué se aprende en las escuelas de joyería contemporánea?

El Taller de Gabriela Horvat ofrece un aprendizaje acorde a las fortalezas, necesidades e intereses de cada uno.

Cuál es y dónde queda. El Taller de Gabriela Horvat es una escuela ubicada en el centro de Tigre, a metros del Paseo Victorica, cerca del río, en un antiguo PH con un patio en el medio, con vista a dos ginkgos y al silencio del Tigre; un espacio acogedor en el que no falta la música y un rico té.

Cómo es. Cuenta con un salón con capacidad de hasta seis alumnos, quienes disponen de  un puesto para cada uno. Es un espacio súper relajado que incluye una gran mesa central donde se sientan a trabajar y a compartir experiencia.

Qué se enseña. “Intento sacar lo mejor del otro, ayudarlo a descubrir su potencial, a poner de manifiesto su identidad: quién sos y por qué vas a hacer algo, qué te representa, hacia a dónde querés ir, o acompañarlo a darse cuenta que, tal vez, cree que le gusta cierto trabajo pero su ser apunta hacia otro… Está bueno aprender a conocer la sombra de uno, eso que uno proyecta. Y eso se manifiesta jugando, empezás a hacer, y si hay un espacio en el que te sentís cómodo y está todo habilitado para hacer, surge. Se trata de encontrar ese potencial propio de cada uno”. Así, se enseña a divertirse con el hacer, a encontrarse haciendo. Se trata de un taller de joyería pero está abierto a ayudar y encontrar respuestas a las diferentes necesidades artísticas de cada uno.

“Intento sacar lo mejor del otro, ayudarlo a descubrir su potencial, a poner de manifiesto su identidad: quién sos y por qué vas a hacer algo, qué te representa, hacia a dónde querés ir, o acompañarlo a darse cuenta que, tal vez, cree que le gusta cierto trabajo pero su ser apunta hacia otro...”

Gentileza Marcelo Gómez La Nación

Modalidad de trabajo. Se ofrecen cuatro clases mensuales de tres horas semanales, con herramientas que provee el taller y materiales a cargo de cada alumna. Aun en cuarentena, la escuela funciona, ya que siguen explorándose y trabajando con lo que tienen a mano en encuentros virtuales “porque el arte sigue surgiendo, no importa con qué trabajamos… lo importante es hacer, aprender, sentir y expresar”. Se ofrece un enfoque más clínico que obliga a la introspección. Y en este sentido “cada uno hace lo que quiere, según sus intereses, sean artísticos o comerciales, porque lo importante es que cada uno pueda encontrarse y ser feliz con lo que hace”.

Habilidades que se aprenden. “Las técnicas se aprenden pero es cuestión de práctica; prefiero que cada uno se lance y haga su propia experiencia. La pretensión es estar, compartir y ser uno mismo o descubrir cómo serlo a través de la joyería”. Los medios que se usan son indistintos: puede ser cobre, bronce, plata, maderas, piedras, tejidos, resinas, pelos, trapos, etc. Y se abordan según la proyección de la maestra, que es diseñadora industrial, y amplía la propuesta habitual: mediante diversas máquinas como, por ejemplo, dos puestos de soldadura, un banco de carpintero, morsas, una caladora, muchas herramientas y muchos libros a los que se recurre en el proceso de enseñanza aprendizaje.

Meta. El taller escuela busca generar espacios y oportunidades para expresarse. “La meta de mi escuela es ayudar o leer en cada persona que asiste para poder guiarla a que se exprese y brille. No se busca la exquisitez de la técnica, sino lo que cada uno quiera hacer en el universo de la joyería: más clásica o más comercial o más artística. No se incentiva seguir un role model sino a uno mismo. Desde la escuela se cranea o piensa intensamente en lo mejor que se puede sacar de cada uno”.

Perfil. Hay quienes concurren al taller como hobby, a pasar un buen rato en grupo trabajando, otros asisten a perfeccionar su búsqueda conceptual de obra. “Todo nutre al grupo y genera una diversidad increíble,  enriquecedora”.

Actividades. “Todos los años, se realiza una muestra de taller que permite aprender cómo se ponen en valor las piezas, cómo se presentan, se realiza un montaje o cómo se entiende una muestra como un todo, aprendiendo a manejar egos, etc. Este año, acumulamos fuerzas para el próximo”…


Taller Abierto de Fernanda Sibilia

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Taller Abierto de Fernanda Sibilia


Reestrena su estudio taller en Abasto junto a su team, donde crea joyería de diseño y objetos de deco

En un lugar abierto y luminoso, Fernanda Sibilia y su equipo priorizan el orden porque son varios los que se mueven en un espacio sin ambientes cerrados que dividan sectores. Pero más allá de la prolijidad les gusta que sea alegre y colorido, que invite a la creatividad. Y lo consiguen, porque lo que más llama la atención al ingresar es la armonía de color y formas que tiene la infinidad de piezas de joyería de diseño y objetos de deco que exhiben como en una expo, como una muestra del alcance de su propuesta: infinita porque son familias que se amplían y replican constantemente. Del techo cuelgan móviles, en las paredes hay adornos hechos por cada uno de los integrantes del team joyero y las plantas suman para dar vida al espacio. “Me gusta pensarlo como un sitio muy alegre, donde todo puede suceder. No solo por la posibilidad de crear, sino por la dinámica tan variada que se da día a día”, comenta la  joyera, que se formó en la Escuela Municipal de la Joya, que hoy lleva el nombre del maestro Sergio Lukez. “Cuando estudié no existía por acá la joyería contemporánea, por eso nunca me catalogué como tal. Es un quehacer bastante amplio y abarcativo y depende de donde uno se pare o lo que uno haga. Una disciplina que ha crecido, desarrollado y evolucionado mucho en las últimas décadas”.

Después de pasar por distintos espacios, finalmente volvió al barrio de Abasto donde reinstaló su estudio taller, que cuenta con cuatro áreas bien definidas. Por un lado, está el sector de taller propiamente dicho, donde se ubican las chapas, las herramientas, los tornos y todo lo necesario para darle forma al metal. También cuenta con un área de pintura donde realizan los acabados a mano. Y de ahí se pasa al sector de armado y embalaje, donde se ensamblan los productos, se ponen en sus respectivas cajas para terminar listos para ser enviados. Por último, cuentan con una oficina en la que se desarrolla todo lo relacionado a diseño, su proyección y hasta reuniones con clientes.

Gran cantidad de pinzas, martillos, tornos, sopletes, pulidora y un tambor para dar terminación a cada componente de sus diseños forman parte de los instrumentos del taller. Se encuentra todo lo necesario para darle forma a una pieza de principio a fin. En sector de pintura también abundan las herramientas. “Nos es fundamental tener variedad de pinceles y pigmentos”, señala Fernanda, que hace de la pintura con distintas pátinas de colores saturados su acabado predilecto.

Cuenta que antes de la pandemia tenía un equipo más sectorizado, pero desde marzo todos hacen de todo. “Una descripción sencilla sería la siguiente: Ezequiel es el que se encarga de que tengamos todo para producir, es el supervisor del taller. Julián ingresa los pedidos, separa los productos para pintar y los envía; también es el encargado de diseño de los objetos para el hogar. Marita arma y embala todos y cada uno de los pedidos. Florentina es la diseñadora y ahora pintora de cada uno de las piezas pedidas, y se encarga de las redes sociales. Y José Miguel es el asistente perfecto de todos”, detalla.

Sibilia ya tiene 24 años, una firma experta en la creación a partir de bronce martillado y enchapado en plata y oro, o patinado. La base de todas sus piezas es el bronce. Trabajar solo con este material hizo que adquiera mucha experiencia en distintos tipos de acabados, como pátinas, pintura en polvo y pigmentos, y eso es lo que hace que sus productos sean tan coloridos. Ya  prueban cosas nuevas en base a lo aprendido para generar terminaciones novedosas: superponen capas de pintura, pátinas con pigmentos, agregan detalles metalizados, las posibilidades son infinitas. Su creadora dice que “es mucho tiempo trabajando con un mismo material, por eso estoy en la búsqueda de inspiración nueva, como siempre. Nuestros disparadores son el humor, la alegría, la fantasía y los mundos imaginarios. Hoy más que nunca nos parece fundamental la diversión, tanto en lo personal como a la hora de trabajar. Hay que divertirse para poder crear. Por eso, la intención es poder transmitir esa diversión y alegría a través de nuestras piezas. Y lo intentamos mediante los  colores vibrantes y las formas que diseñamos, con un sinfín de combinaciones. Por ejemplo, en nuestra última colección hay  pájaros paseando frente al sol durante el atardecer y gatitos jugando con ovillos de lana, todo convertido en aro”.

Actualmente están haciendo piezas que acompañarán una retrospectiva de la pintora expresionista Joan Mitchel en el Baltimore Museum of Art, que se verá a partir de marzo del año próximo. Una muestra que seguirá en el MoMA a donde también llevará su aporte: Son piezas Sibilia con la paleta de color de Mitchel. “Y este año se nos abrieron nuevas puertas a nivel local y nos encontramos desarrollando productos para marcas nacionales, como Jazmín Chebar y Luna Garzón”, cuenta.


Tacurú

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¿Qué se aprende en las escuelas de joyería contemporánea?

El quehacer textil es la especialización de Tacurú, la comunidad liderada por la diseñadora Silvina Romero. 

Cuál es y dónde queda. Tacurú es el taller escuela creado en 2008 por la diseñadora Silvina Romero, dedicado a la enseñanza de técnicas y al seguimiento de proyectos sobre el hacer textil: producción de obras, diseño de objetos y creación de joyería contemporánea. Una propuesta que explora puntos de encuentro entre el arte y el diseño, que en general parte de materiales textiles recolectados para ser reutilizados. Está ubicado en el barrio de Palermo.

Cómo es. Está en un PH antiguo, que tiene un patio lleno de plantas que se usa para compartir actividades grupales y trabajar técnicas de enchastre. Los talleres están en tres habitaciones conectadas entre sí. El principal cuenta con herramientas para aprender distintas prácticas textiles, muchos materiales e “infinidad de cositas que fui acumulando a lo largo de los años”. También, tiene un espacio con máquinas de coser, sublimadora y tejedora de punto Knittax para experimentar tejido. “Cada une va rotando por el taller según lo que esté haciendo, aunque siempre terminábamos amuchades en una habitación porque nadie quiere perderse la charla; veremos cómo nos organizamos y cuidamos post pandemia”.

Qué se enseña. El taller escuela tiene el objetivo de divulgar técnicas textiles. Se enfoca  en el desarrollo de proyectos personales y se acompaña cada proceso, de acuerdo con lo que cada estudiante necesita. Desde hace 12 años se dicta un Taller anual de proyectos, como actividad principal. Es un espacio de encuentros semanales de dos horas y media, en el que cada uno aprende la técnica que necesita para desarrollar su proyecto; se trabaja de manera individual pero, a la vez, están todos conectados de manera colectiva, ya que se hacen ejercicios grupales. Este año se repensó y adaptó, para seguir compartiendo y aprendiendo, de manera remota, virtual. Además, se brindan varios tipos de talleres; se ven y analizan obras de distintos artistas, y se ofrecen residencias artísticas para joyeros, diseñadores y artistas que trabajan un proyecto específico durante una estadía corta, ya que generalmente no viven en Buenos Aires. Y también, se dictan seminarios a cargo de docentes invitados.

“No es una escuela de joyería exclusivamente. Está muy orientada a la producción de piezas textiles para ser usadas. Si bien esta es la especialización, la joyería es la excusa perfecta para abordar muchos temas que nos gusta trabajar en las clases”, dice la directora de Tacurú, comunidad textil

Modalidad de trabajo. “Este año, tenía previsto arrancar con una propuesta de escuela más completa, que quedó momentáneamente suspendida por la pandemia. Se trata de un programa integral de 2 años de duración que propone un recorrido por distintos saberes especialmente seleccionados, con el fin de adquirir conocimientos sólidos y variados sobre los oficios textiles y también para incorporar herramientas visuales teóricas y prácticas. La cursada está formada por 4 módulos cada año, en los cuales se aprende una técnica textil por vez, de la mano de calificados docentes que brindarán sus conocimientos y acompañarán durante el proceso de aprendizaje. Se dictará durante 6 horas semanales, dos veces por semana, repartidas en talleres textiles, un día, y talleres de herramientas visuales, otro día”.

Habilidades que se aprenden. Las técnicas que se aprenden son muy variadas: bordado, tejido, patchwork, telar, sublimación y serigrafía, como punto de partida “para experimentar, fusionar y desarmar y así lograr que la técnica esté al servicio de las ideas”.

Meta. El objetivo es capacitar en prácticas textiles artesanales. Cada persona que se acerca a Tacurú tiene propósitos particulares y diferentes.

Perfil. Los estudiantes son muy variados. Hay mucha diseñadoras gráficas, artistas visuales que buscan incorporar nuevos lenguajes, diseñadores de indumentaria que pretenden dar valor agregado a sus prendas, joyeros que quieren sumar nuevos materiales y “muches que disfrutan del hacer con textil, que es tan ameno”.

Actividades. La virtualidad permitió sumar alternativas y profundizar en proyectos, “es una gran aliada que nos permite seguir trabajando juntos compartiendo, que en este contexto es una dicha”, destaca y detalla: “Por ejemplo, disfrutamos de una serie de charlas sobre Culturas Precolombinas, a cargo de Jennifer Okragly. Ofrecemos diversos talleres, como el de cestería textil. Además, organizamos ferias y exposiciones. Estamos trabajando en la continuidad de un proyecto que hicimos en 2018, llamado Interiores, en el cual realizamos piezas de joyería a partir de la recolección y deconstrucción de prendas interiores femeninas del siglo XX. Para este año, teníamos planeada una serie de muestras de alumnas y exalumnas con el objetivo de dar a conocer trabajos textiles, pero este es otro de los trabajos que quedó pendiente para el año que viene”.